La vista fue desgarradora cuando Trappido estaba frente a nosotros, un simple saco de huesos, incapaz de mantenerse en pie por más de unos pocos segundos. Deshidratación, desnutrición, pulgas, sarna, ampollas y llagas cubrían su frágil cuerpo. Un estómago prácticamente cerrado, y una infección severa que le dejó los ojos cerrados, supurando pus sin cesar.
María Hermita, una devota veterinaria, se hizo cargo de su cuidado y comenzó la ardua tarea de tratar a Trappido. Medicado y en tratamiento intensivo, comenzó el viaje de Trappido hacia la recuperación.
El camino por recorrer no fue fácil, pues su vida pendía de un hilo, frágil e incierta. El proceso estuvo marcado por la paciencia, ya que sólo podíamos esperar señales de progreso.
A pesar de su pequeño tamaño y la multitud de desafíos que enfrentó, Trappido mostró un espíritu inquebrantable. Aunque su camino parecía precario, continuó comiendo y no mostró signos de vómitos, aunque inicialmente luchó contra la diarrea persistente.
Sus párpados hundidos comenzaron a sanar gradualmente, y uno mostró más progreso que el otro. En medio de esta lucha, nos aferramos a la esperanza, sabiendo que la determinación de Trappido lo sacaría adelante.
Había pasado una semana desde que Trappido llegó a su nuevo hogar y cada pequeña mejora traía un rayo de aliento. Comenzó a ganar peso, un testimonio de su capacidad de recuperación. Sin embargo, se produjo un revés cuando su cabello comenzó a caerse, como resultado de los parásitos internos con los que había luchado. Pero con medicación y atención continua, Trappido perseveró.
A medida que los días se convirtieron en semanas, el viaje de Trappido dio un giro positivo. Sus ojos, que alguna vez estuvieron plagados de infección, estaban casi curados y solo requirieron un poco más de tratamiento. Celebramos un hito importante al recibir su primera vacuna, momento que nos llenó de alegría y gratitud por los avances de nuestro enano guerrero.
El día 35 marcó una profunda comprensión: la fuerza y la determinación de Trappido habían tocado los corazones de muchos. Su historia trascendió un mero debate y, en cambio, inspiró felicidad y esperanza. La resiliencia exhibida por un guerrero tan pequeño que anhelaba abrazar la vida y seguir adelante fue un testimonio del poder del espíritu humano.
Habían pasado siete meses desde el rescate de Trappido y llegó la trascendental noticia. Había encontrado a su familia para siempre, lista para brindarle el amor y el cuidado que tanto merecía. Nuestra misión se cumplió, pero no fue el final; más bien, marcó un nuevo comienzo para Trappido.
En su nuevo hogar seguiría escribiendo su propio capítulo gozoso, sin olvidar nunca el viaje emprendido. Trappido no fue solo un privilegio de haberlo conocido, sino un placer de amar, lo que nos recuerda el poder transformador de la compasión y la resiliencia.
La historia de Trappido sirve como inspiración y demuestra que incluso ante dificultades inimaginables, el amor y la determinación pueden allanar el camino hacia un futuro mejor. Al despedirnos de esta alma valiente, nuestros corazones rebosan de gratitud por el privilegio de ser parte de su viaje.
Trappido, que tu nuevo hogar esté lleno de felicidad ilimitada y que siempre aprecies el amor y la alegría que has encontrado.