Forma, un dedicado rescatista de perros, vio al cachorro mientras conducía. El perrito se dirigía hacia el tráfico, por lo que se detuvo e intentó acercarse a él, pero el cachorro siguió corriendo en dirección contraria, aparentemente indiferente a su presencia.
Incluso intentó atraer al cachorro con comida, pero no pudo. De hecho, el cachorro desapareció de la vista cuando entró en una propiedad privada. A pesar de la fuga del cachorro, Forma no se rindió. Habló con el cuidador de la propiedad, pero éste tampoco pudo localizar al perro.
Al final, Laura tuvo que irse sin rescatar al perro ese día. Sin embargo, tan pronto como pudo, pidió ayuda a través de una publicación en Facebook, que finalmente llegó a Anna Barbosa, presidenta y cofundadora del grupo de rescate de perros K-911 de Houston.
Afortunadamente, Anna estaba cerca de donde habían visto al perro, pero desafortunadamente tampoco pudo localizarlo. El pobre perrito estaba asustado y agotado.
Sin embargo, la determinación de Laura fue inquebrantable. El día que terminó el trabajo, ella, junto con los voluntarios llamados Tom Heller y Rob Acuña Jr., acudieron al rescate del cachorro. Encontraron al cachorro escondido en un granero frente a un complejo residencial y lograron capturarlo de forma segura. Luego llevaron al cachorro al VERGI Animal Hospital, donde Houston K-911 se hizo cargo de su cuidado.
El cachorro, llamado Gus, tenía un cordón de zapato fuertemente atado alrededor de su cuello, lo que provocó una severa hinchazón en su cabeza y cuello ya que los líquidos no podían circular debido al cordón. Gus había sufrido en silencio, y se sospecha que alguien le había atado el cordón cuando era sólo un cachorro y, a medida que crecía, se volvió más apretado.
Pero las sorpresas no terminaron ahí. Cuando los veterinarios le tomaron radiografías, descubrieron 28 perdigones incrustados en su cuerpo. A Gus le habían disparado varias veces. La mayoría de los perdigones estaban en el lado derecho de su cuerpo, posiblemente utilizados para sujetarlo durante el tiroteo.
Las heridas de Gus fueron tan graves que inicialmente los veterinarios dudaron que pudiera sobrevivir. Su dolor era insoportable, pero Gus estaba decidido a salir adelante. El equipo veterinario logró salvar la vida de Gus después de realizar una cirugía de sus heridas y estimó que solo tenía 8 meses.
Poco a poco, Gus comenzó a recuperar su salud y confianza en los humanos. Una vez liberado, se fue a vivir con Marina Harrison, una cuidadora que trabaja para los socorristas K-911 de Houston. Aunque el proceso de recuperación de Gus fue gradual, Harrison fue testigo de su transformación día a día. Sus ojos ahora irradiaban curiosidad y tranquilidad.
Al principio, Gus estaba un poco nervioso, pero rápidamente adquirió más confianza. Incluso saludaba a Harrison meneando la cola, disfrutaba de sus comidas y ocasionalmente robaba las camas de los otros perros. Gus estaba desarrollando su personalidad, lo cual fue un logro significativo.
Gus había aprendido a confiar en los humanos una vez más y su sueño era encontrar una nueva familia amorosa. Sin embargo, todavía necesitaba varias semanas más para recuperarse por completo, pero eventualmente estaría listo para ser adoptado.
El conmovedor momento de Laura cuando vio por primera vez a Gus en la calle se puede ver en este vídeo:
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