En el ámbito de los compañeros caninos, Stanley es un “perro con velcro” cuyo lenguaje afectuoso se comunica principalmente a través del contacto físico. Es un aficionado a la compañía cercana, huye del espacio personal y evita la soledad a toda costa. La necesidad de mantener contacto con su amado dueño es una constante, y si por alguna casualidad su dueño está ausente, buscará a alguien cercano para darle un toque reconfortante.
El miedo inquebrantable de Stanley al abandono, derivado de un pasado tumultuoso, se manifiesta en su fuerte agarre de la mano de su devoto dueño, que simboliza la resistencia del amor y la confianza.
Sam Clarence, el afortunado propietario, adoptó a Stanley cuando solo era un cachorro de seis meses, cortesía de Christchurch Bull Breed Rescue. Esta adopción fue un momento innegable de “fracaso de acogida”, pero que cambiaría para siempre la vida de ambos.
En su papel voluntario como paseador de perros en el refugio, se le acercó a Sam para que acogiera temporalmente a un cachorro. Sin embargo, la personalidad magnética de Stanley dejó una marca indeleble en el corazón de Sam desde el momento en que se cruzaron.
Stanley, junto con su hermano, fue descubierto en una situación desesperada, viviendo en una propiedad abandonada con su madre. Estaban asustados, hambrientos y necesitaban desesperadamente ayuda.
Al traer a Stanley a casa, quedó claro que había encontrado su lugar para siempre. El miedo inicial que mostró durante el viaje en coche se encontró con cuidados reconfortantes, un baño reconfortante, comida nutritiva y un lugar cálido frente al fuego.
Aunque a Stanley le tomó algún tiempo aclimatarse a la vida interior, una cosa permaneció inquebrantable: su afecto por su nuevo padre. Cuando era un cachorro, dormía al lado de Sam, su contacto era ininterrumpido y con al menos una pata apoyada en la espalda de Sam. A medida que su vínculo creció, también creció la fijación de Stanley por mantener el contacto físico.
Echa un vistazo a este adorable vídeo de uno de sus muchos viajes por carretera:
La necesidad de Stanley de tocar a su padre se convirtió en una faceta inquebrantable de su personalidad. “Tenemos que estar tocándonos en todo momento. Él es muy contundente al respecto”, atestiguó Sam. La dedicación de Stanley a esta afectuosa práctica persiste incluso cuando Sam está al volante de un vehículo.
Sam puede confirmar que cumplir con la regla de Stanley de “siempre hay que tocarse” no es negociable. Si uno duda, Stanley tomará el asunto en sus propias manos, literalmente, para asegurar el contacto.
Su conexión sigue siendo inquebrantable, ya sea que estén viendo televisión o realizando viajes por carretera. En el último caso, la insistencia de Stanley en tomar la mano de su dueño es a la vez adorable y entrañable.
A Stanley también le encantan las aventuras al aire libre, especialmente aquellas que involucran la playa, el río o los lagos. Sin embargo, su santuario más profundo reside en la compañía de su amado padre, solidificando su vínculo inquebrantable. La lealtad de Stanley y su necesidad de conexión física son un testimonio del notable poder de la relación humano-canino.